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I JORNADA SOCIDROGALCOHOL BALEARES

I JORNADA SOCIDROGALCOHOL BALEARES

 

PROJECTE HOME BALEARS Y EL ESTIGMA

Sergi Canal Montiel. Pedagogo. Director terapéutico de Projecte Home Balears

 En sociología, estigma es una condición, atributo, rasgo o comportamiento que hace que la persona portadora sea incluida en una categoría social hacia cuyos miembros se genera una respuesta negativa y se les ve como culturalmente inaceptables o inferiores. El concepto fue acuñado en 1963 por el sociólogo estadounidense Erving Goffman, en su reconocido libro del mismo título, en que precisa la noción sociológica del término como pertenencia a un grupo social menospreciado (grupo étnico, religión, nación, etc.), distinguiéndola de las nociones anatómica (abominación del cuerpo) y psicológica (defectos del carácter del individuo).

Las personas estigmatizadas son enviadas al ostracismo, devaluadas, rechazadas y vilipendiadas. Experimentan discriminación, insultos, ataques e incluso asesinatos, y aquellos que se perciben a sí mismos como miembros de un grupo estigmatizado (lo sean o no), experimentan estrés psicológico (Heatherton, et al., 2000).

 Las personas adictas han sido estigmatizadas en nuestra sociedad por diferentes razones y los profesionales que trabajamos en este ámbito hemos tenido que hacer frente a intensos inputs externos que fomentaban ese menosprecio, esa discriminación, el ostracismo, la marginación, la pérdida de derechos o, en definitiva, la muerte social por el hecho de haber desarrollado un problema de adicción.

 En Projecte Home Balears llevamos luchando contra el estigma de las personas adictas desde 1987. Desde nuestros inicios y como parte de nuestra filosofía de trabajo, hemos tenido muy claro que no debemos juzgar a nadie, independientemente de los problemas que tuviese o de lo que hubiese hecho en su etapa de consumo activo. Ha sido una “marca de la casa” que nos ha provocado no pocos problemas. Hemos hecho travesías en épocas en las que se creía (y fomentaba), que un adicto era irrecuperable o, como mucho cronificable, que es, a nuestro entender, otra manera de estigmatizar.

Ante esta estigmatización, PHB ha propuesto una especie de “contra-estigma”: un adicto, si quiere, puede cambiar de estilo de vida, por muy a fondo que haya llegado. Han sido 1251 altas (de personas diferentes) en todos estos años, además de todas aquellas personas que no lograron el alta, pero lograron superar su adicción. Cientos de personas que demuestran que de la adicción se sale y, en la mayoría de casos sin secuelas.

Y en esta línea llevamos treinta años trabajando, demostrando día a día que los estigmas no son más que etiquetas impuestas por determinados intereses, pero que la capacidad de cambio de los seres humanos va mucho más allá de las mismas. Cientos de “contraestigmas”, de vidas ganadas para familias, para el mundo del trabajo, para el mundo del estudio, del tiempo libre, para el voluntariado, para la sociedad, en definitiva. Pensamos que ésta es nuestra mejor arma contra el estigma.

Este camino, como todos los del “gremio” sabemos, ha sido largo. Venimos de una época en la que los adictos/as eran viciosos/as o delincuentes con alta peligrosidad social a los que había que apartar del conjunto de eso que llamamos ciudadanía. Además, con la irrupción del SIDA y de otras enfermedades, aún favoreció más la animadversión social.

La etiqueta, con la progresiva profesionalización del sector perdió calado, dejando paso una visión en la que se desproveía al adicto/a de su “viciosa voluntad”, asumiendo un paradigma más cercano a la enfermedad; la persona adicta tiene un problema, es un enfermo, intentemos cronificar su enfermedad para que no vaya más allá. Más estigma: al social se le añaden las etiquetas diagnósticas, los tratamientos solapados por diferentes profesionales, con los que es tan difícil trabajar…el paradigma de la enfermedad no deja de ser otro estigma. Cruel losa, cuyos efectos son, en ocasiones, severamente perniciosos, ya que disminuye la capacidad de superación personal y la puesta en marcha de estrategias psicosociales de afrontamiento.

Creo que estamos en un momento en el que, para los profesionales, no hay duda de que la adicción es un problema compuesto por múltiples prismas: el de la persona que lo padece, el de la sociedad, la familia, la red asistencial, el mercado laboral, las alternativas terapéuticas…no tenemos la menor duda de que el abordaje terapéutico debe ser desde una visión basada en el modelo biopsicosocial, en manos de equipos inter o multidisclipinares. La persona adicta ni es viciosa, ni es enferma, ni es delincuente. Pero tampoco es irrecuperable. Rompamos el estigma, pero vayamos más allá: la persona adicta es, simplemente, PERSONA. Eso sí, una persona que ha desarrollado una problemática compleja de la que, si tiene voluntad para ello, puede salir.

La adicción, aunque no estigmatizada, no deja de ser un problema real. Un problema que ha sesgado miles de vidas y que ha provocado infinitos sufrimientos en muchas familias. No estigmatizar no debería ser sinónimo de “aceptar” acríticamente una situación destructiva para la persona y la sociedad. Rompamos el estigma. Trabajemos por la rehabilitación.

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